La filosofía occidental se reduce a los desequilibrios masculinos de quien se sabe huérfano de la esencia materna y a cada uno de sus amagos inquisitivos para compensarla.
Llaman censura a la discrepancia ante la impotencia que sienten por no poder impornerles a todos su criterio. Pero son ellos los que buscan la censura de aquellos que discrepan.